La hija de una amiga que tiene escasos nueve años una vez me preguntó ¿Ale este río era bonito?, pasábamos por las riveras del Atoyac casi frente al Mercado de Abasto y los olores fétidos de los desechos de basura orgánica y de heces fecales de decenas de municipios que vierten sus aguas negras al río, impregnaban el ambiente.
Sí, aunque no lo creas, le respondí. En este río corrían aguas cristalinas, en muchas ocasiones mis hermanos y yo, veníamos a nadar y a pescar charalitos que abundaban en las carolinas y los nenúfares, había parvadas de garzas que hacían lo mismo que nosotros y, mientras los más pequeños nos divertíamos en las aguas, los adultos lavaban los carros.
Le expliqué que en el tecnológico había un vado y no un puente y el agua corría limpia sobre ese vado, ahí estacionábamos la camioneta para lavarla y mientras tanto, los niños íbamos a jugar por los juncos y los cauces del río que era bastante grande y en época de lluvias, imposible de cruzar.
Traigo a colación esta anécdota porque en los valles centrales estamos viviendo una tremenda crisis de falta de agua. Hay colonias en Oaxaca que tienen tres meses sin que les caiga una gota y que ya les está causando una desesperación terrible.
Antes, a escasos 40 años, Oaxaca no tenía esos problemas de agua porque teníamos un río sano y el mismo cauce nos proporcionaba agua. No supimos cuidarlo y ahora, hasta los innumerables pozos que se han construido en su ribera, están contaminados incluso hasta con plomo porque no solo los desechos orgánicos son vertidos en él, también desechos industriales.
Ha sido indolencia no solo de autoridades, sino también de nosotros mismos que no hemos alzado la voz, ni aportado un gramo de nuestro trabajo o un peso para tratar de sanear el río. Hoy el Atoyac está muerto y esa es responsabilidad de los que vivimos en este valle y que, incluso desviamos el cauce del Atoyac para que nos permitiera construir calles en el centro de la ciudad.
Las consecuencias las estamos pagando hoy. La hija de mi amiga lo que ve en las riberas del Atoyac es descomposición y muerte, pero eso también le afecta en su casa donde no todos los días llega el agua potable hasta el sistema hidráulico de su casa, ellas también tienen que comprar pipas para abastecerse del vital líquido.
La ciudad de Oaxaca está infestada de pipas que van de una colonia a otra a veces sin poder dar abasto completo y cada pipa le cuesta al usuario un promedio de 200 pesos por tinaco cuando los recibos del cobro de agua, le llegan puntuales, hasta pareciera que es un negocio de los mismos que administran el sistema de suministro de agua potable.
Lo peor, es que en estas épocas de las ocurrencias a los funcionarios de estos sistemas que casi siempre son puestos para políticos, no se les ocurre otra cosa que perforar pozos, algunos profundos desgastando así los mantos freáticos y sin permitir, por las toneladas de cemento, que estos alguna vez se recarguen.
No hay una campaña de reforestación, no hay un proyecto de aprovechamiento de las aguas pluviales, a veces suficientes como para llenar una mega cisterna, no hay proyectos para saneamiento del río, por lo que la autoridad está rebasada y pues el gobierno…, el gobierno no existe.
El Zumbido del Moscardón
Francisco Alejandro Leyva Aguilar